miércoles, 11 de noviembre de 2009

HISTORIA DE UN DROGADICTO



La historia real de un drogadicto

Comenzó cuando tenía 14 años. Destruido por las drogas, Gustavo Morales estaba dispuesto a quitarse la vida



Gustavo Morales relata con gestos sus vivencias cuando consumía dorgas.

Leslie Ruiz Baldelomar
mailto:leslie.ruiz@laprensa.com.ni
A Gustavo Morales lo traicionó la curiosidad. No sabía por qué la gente la consumía, ni mucho menos los efectos que causaba. Sólo supo que una vez que la probó, la cocaína se posesionó de su cuerpo y mente. Morales alega que cayó en las drogas por ignorancia. A su edad no le habían explicado que los estupefacientes cambian la vida de cualquiera. “Cuando empecé mi adicción a las drogas tenía 14 años de edad. No entendía por qué a la gente le gustaba, entonces decidí probarla para darme cuenta. La primera vez que lo hice fue con marihuana y descarté los mitos de que a uno lo ponía loco, más bien me sentí relajado y con unas ganas enormes de reírme”, detalló este joven de 24 años, quien hasta hace poco logró rehabilitarse por completo. “Luego un amigo me dio a probar cocaína y sólo puedo decirte que me fascinó. Me sentí súper enérgico y eufórico, tal como si fuera el dueño del mundo. Y lo bueno es que no me sacaba de los límites”, detalló. A Morales no le importaba inhalar cocaína en las fiestas, en el colegio o incluso, durante un juego de fútbol mientras su mamá creía que estaba seguro. “Al inicio me la metía por la nariz cada 15 días, pero después lo hacía diario supliendo el papel de la comida. Eso sí, en pocas cantidades”, relató a LA PRENSA. A los 17 años le ofrecieron crack, pero sorprendentemente supo decir no. “Los majes que lo consumen después andan buscando piedras en el suelo creyendo que van a encontrar más droga, entonces no quería verme ridículo”, expresó con tono de burla. SE BURLÓ DE SU FAMILIA Gustavo Morales asegura ser técnico medio en electricidad industrial. Al comienzo “sacaba buenas calificaciones, pero con las drogas terminé con notas mediocres”, narró muy avergonzado. El dinero que su familia le enviaba desde su ciudad natal, Matagalpa, lo gastaba en “tilas” de cocaína. “Y como no me ajustaba siempre le pedía mucho más diciéndole que necesitaba comprar libros y folletos”. “De pronto me vi en la necesidad de trabajar. Recuerdo que conseguí un pegue (...) cada centavo me lo gasté en cocaína”. En ese momento ya estaba acabado. Al poco tiempo se quedó sin trabajo y se mudó hacia Honduras. Allí también consumió droga hasta más no poder. Su aspecto fue desmejorando. “Cuando no conseguía reales para drogarme, todo el mundo empezaba a caerme mal”, cuenta. En ese país pasó su peor etapa: no comía, ni siquiera tenía para el bus. Entonces regresó a Managua. LISTO A LA “DECISIÓN FATAL” Pese a su desgracia, no dejaba de consumir drogas hasta que un día decidió que ya no quería vivir “no estaba haciendo nada en esta vida, era prácticamente una lacra social y cuando me sentí completamente decepcionado y dispuesto a tomar la decisión fatal, marqué un número que había visto por allí y le conté a la muchacha que me contestó lo que quería hacer”. Pero ella lo convenció diciéndole que tenía una última oportunidad. Ese número telefónico era el de la Fundación DIANOVA de Nicaragua. “En DIANOVA encontré apoyo moral, cariño y aprecio. Después de más de un año de estar interno me siento normal”, confesó con cara de alivio. Nuestra charla terminó con un consejo para los jóvenes. “La droga es lo peor que te puede pasar en la vida”.

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